Valencia, 20 de noviembre del
2012, 08:06
Subieron corriendo todos a la
azotea. Todos menos Eva que iba en brazos del militar porque no podía apoyar la
pierna derecha. Una vez arriba, se asomaron corriendo para buscar al dragón,
pero ninguno lo vio. Aquella enorme bestia había desaparecido. ¿Dónde se podía
meter una bestia de semejante tamaño? Ya se podía empezar a ver algo de luz por
las calles, y ese maldito bicho debería verse bien; sin embargo, la única
visión que se obtenía desde allí arriba era una ciudad polvorienta, que distaba
mucho de una gran capital. Los edificios, en su mayoría, habían sido
sustituidos por un espacio vacío. Ver aquella situación era bastante
desalentador. Todos sintieron un gran vacío en su interior, que dio paso a un
corazón acelerado, y posteriormente a una sensación punzante. Verdaderamente
escalofriante, la gran ciudad, se había convertido en polvo y escombros.
-¡Mirad, allí está la
gasolinera!- dijo Bruno, señalando hacia el oeste. La gasolinera estaba a unos 500 metros de donde ellos estaban.
-¡Ah!, me duele mucho Carolina-
decía Eva entre sollozos y apretándose con las dos manos la pierna. Al subir,
la habían dejado acostada sobre el suelo, apoyada en uno de los cuartillos. A
su lado estaba Carolina acariciándole el cabello y diciéndole que se
tranquilizase, que todo había pasado. Al otro lado el militar que tanto había
cargado con ella y ahora no podía dejar de mirarla y sentir pena por la
situación.
-Deberíamos de bajar a algún piso
y buscar algo de comer y un botiquín para la pierna de Eva, luego ya iremos a
la gasolinera.- dijo Víctor al resto del grupo.
-Sí, está muy bien pensado, será
lo mejor por el momento, debemos de comer algo; a parte la pierna de Eva no
tiene muy buen aspecto, será mejor que la curemos cuanto antes- le respaldó
Bruno.
Bajaron hasta la puerta 17, por
elegir un número cualquiera. Víctor y Bruno, empezaron a dar golpes contra la
puerta para intentar derribarla.
-¡Apartad chicos!-dijo Ana Lucía,
mientras se hacía hueco en el rellano y descargaba medio cargador contra la
cerradura. Las balas retumbaban por todo el edificio, dejando que lo único que
se escuchase fuese un fuerte pitido; pero cumplieron su papel, la cerradura
voló por los aires y la puerta se abrió con un leve empujón.
Pasaron al interior del piso.
Todo estaba a oscuras, pero se podía adivinar lo que había en el interior. La
ausencia de vida era preocupante, y por el aire se respiraba el miedo. Todo
estaba listo para una comida, la mesa estaba puesta, con sus platos, cubiertos,
vasos… y en el centro un gran plato con una sustancia extraña de color oscuro,
la cual empezaba a desprender olor a putrefacción.
Intentaron encender la luz pero seguía
sin funcionar la electricidad. Víctor fue hacia el baño en busca del botiquín,
mientras Ana Lucía inspeccionaba la casa con el arma en alto y el otro militar,
colocaba a Eva lo más cómoda posible en el sofá.
Víctor salió con el botiquín que
encontró y preguntó:
-¿Alguno de vosotros entiende de
medicina?
-Yo se algo, lo que he visto en
el ejército; estuve unos meses como ayudante de enfermería- dijo el militar
mientras alumbraba la casa con la linterna que había encontrado en el mueble
del salón; he inmediatamente se puso a buscarle utilidad a lo que le había
llevado Víctor en el botiquín.
-¡Chicos, venid rápido!- dijo Ana
Lucía desde uno de los cuartos. Todos fueron hacia ella excepto el militar que
se quedó inspeccionando la pierna de Eva en compañía de Carolina, la cual
estaba encendiendo velas por todo el salón.
-Mirad, hay un portátil, lo he
encendido y todavía le queda batería. Igual podemos tener algo de información
de lo que está pasando ahí afuera si podemos usar internet. ¡Mierda! No hay
conexión con internet tampoco- decía Ana Lucía sin parar de hacer un extraño
sonido parecido a un gruñido.
-Bueno, puede que no haya
conexión, pero alguien imprimió algo antes de marcharse; por el lugar, esta
debió de ser una de las últimas zonas en evacuarse.- dijo Víctor, y todos se
fijaron en los papeles que acababa de coger de la bandeja de la impresora.
En ese momento comenzó a pitar el
reloj de Ana Lucía- ¡No puede ser! Es la hora de la detonación, van a hacer
desaparecer Valencia ya, ¡Ya!- gritó presa del pánico Ana Lucía; y todos se
miraron con cara de terror mientras comprendían que llegaba el fin.
…
Pasó una hora, o tal vez un
minuto. Todos se encontraban en la habitación con los ojos cerrados, esperando
escuchar una fuerte explosión, pero no escucharon nada, no sintieron nada. Ana
Lucía fue la primera en abrirlos: -¡No ha explotado, estamos vivos!- dijo
sonriendo y mirando al resto del grupo.
– ¡Es verdad!¡No ha pasado nada!
Pero ¿eso es bueno?- preguntó Bruno.
-¿Qué más da?, lo importante es
que estamos bien- contestó de nuevo Ana Lucía mientras seguía sonriendo.
Salieron rápido al comedor, para
comprobar que Carolina, Eva y el militar también estaban bien, y vieron que así
era. El militar, ajeno a lo que podría haber pasado seguía curando la pierna de
Eva, la cual tenía muy mal aspecto. Le tomó la temperatura, y efectivamente,
Eva tenía mucha fiebre; ahora lo entendía mejor, por eso llevaba ya un rato
dormida, en verdad estaba agotada, de tanto luchar por la infección. Cuando
terminó de vendar toda la pierna, Carolina le preguntó: -¿Cómo está, se va a
poner bien?- a lo que él respondió –La verdad es que es muy pronto todavía para
decir nada, pero la herida es grande y está infectada, además, parece que le ha
pasado la infección a la sangre, porque tiene mucha fiebre. Solo he podido usar
lo que tenía, y esperemos que sea suficiente; de momento puedes ir a por unos
paños de agua fría para ponerle en la frente, a ver si la fiebre baja un poco.-
Carolina se arrodilló al lado del sofá en el que Eva estaba tumbada, le cogió
la mano y empezó a susurrarle algo que nadie escuchó, después se levantó y fue
a la cocina en busca de los paños.
Ana Lucía les contó lo que había
pasado, o mejor dicho, lo que no había pasado. Víctor detrás de todos comenzó a
leer en voz alta lo que había encontrado en la impresora; era el impreso de una
hoja de periódico, con la fecha de 19 de noviembre, la mañana siguiente a todo
aquel infierno:
MONSTRUO ARRASA CON VALENCIA
Lo que parecía una lluvia de
meteoritos sin precedentes, hizo que todas las fuerzas valencianas fijasen sus
objetivos en la evacuación del este de Valencia, sin darse cuenta y sin ser
conscientes, que una extraña criatura, todavía no identificada, haya arrasado
con toda la zona del oeste. No se sabe si hay supervivientes, la última noticia
del Capitán es que iba a arrasar toda la zona oeste, con tres misiles, para
acabar con esa cosa, pero de momento no se ha vuelto a saber nada más;
probablemente haya tenido la misma mala suerte que el resto de ciudadanos, y
por ello la explosión haya quedado anulada. Desde el centro de Madrid se va a
poner una operación especial en búsqueda de sobrevivientes en la zona y un
posterior bombardeo con el objetivo de destruir a “esa cosa”, que según fuentes
militares, lo califican de “algo monstruoso”…
Debido al empeoramiento de Eva y
quedar prácticamente inmóvil, decidieron que sería mejor si Carolina y el
militar esperaban en aquel piso junto a Eva, mientras el resto iba a la
gasolinera a por gasolina y regresaban, para cuando volviesen Carolina y el
militar habrían preparado una camilla con algunas sábanas y podrían cargar con
Eva hasta el helicóptero y salir de aquel infierno. Así fue como Ana Lucía con
su arma y Víctor con el arma del otro militar, encabezaron la marcha, seguidos
por la otra parte del grupo, que cargaban algunas garrafas y botellas que
habían encontrado en la casa. Se deslizaron de una forma rápida, llegando en
pocos minutos a la gasolinera, y mientras Víctor y Ana Lucía vigilaban la zona,
el resto llenaban sus botellas con la gasolina.
-Vale, espero que con lo que
llevamos tengamos suficiente, así que volvamos a por el resto, imagino que ya
habrán preparado la camilla.- dijo Ana Lucía.
Cuando subieron por la escalera
del edificio, el primero en llegar fue Víctor, por ello fue el primero en notar
que algo iba mal. El militar estaba en el rellano, con los ojos llenos de
lágrimas y sollozando.
-¿Ha pasado algo?- le preguntó
Víctor.
-Es Eva, está…está… ha muerto-
dijo quedándose casi sin voz al final. El militar estaba sentado en la
escalera, con la cabeza entre las piernas y limpiándose las lágrimas con las
manos.
Víctor entró corriendo al
interior del piso, y vio algo que duraría mucho tiempo en su cabeza, la imagen
de Carolina, sentada en el sofá y con el cuerpo sin vida de Eva en su regazo.
Carolina lloraba sin parar mientras acunaba a su hermana y decía una y otra
vez, ese angustioso -¿por qué?-. La situación hizo que a Víctor se le pusiese
la carne de gallina, y sintiese un fuerte escalofrío que le congelaba la nuca y
lo tiraba hacia el suelo con fuerza. Sintió un fuerte dolor en las sienes e
incluso un pequeño mareo ante aquella situación; Carolina mostraba su cara más
triste, y él no podía hacer nada por cambiarlo, no podía ayudarla.
-Ca-Carolina, lo siento mucho-
dijo al fin Víctor mientras se acercaba a ella y la abrazaba con fuerza. Ella
se giró y le devolvió el abrazo, y entre lágrimas preguntó una vez más: -¿Por
qué?-
El resto del grupo entró y desde
el otro lado del comedor observaron la situación. Hasta que Ana Lucía decidió
hablar: -Sé que lo que ha pasado es horrible y nos va a costar superarlo, sobre
todo a Carolina, pero debemos salir si queremos vivir. Será mejor que nos
marchemos cuanto antes, aún nos queda un largo camino de vuelta hasta el
helicóptero.-
Carolina no debió compartir la
idea por la forma en que la miró, pero no dijo nada, en el fondo sabía que algo
de razón tenía, si querían vivir, deberían de salir de allí, pero no podía
dejar el cuerpo de su hermana pequeña allí.
-De acuerdo, pero cargaremos con
Eva- dijo al fin Carolina entre sollozos.
-¡Carolina, no podemos cargar con
más cosas! Ya llevamos la gasolina, las armas, es demasiado peso como para
añadir más, y debemos estar ágiles por si aparece ese maldito monstruo. No
podemos cargar con nada más, y no voy a dejar que nadie arriesgue su vida por
algo así.
-¿Algo así? ¡Ese algo es mi
hermana, y se merece una despedida digna, así que no hay más que hablar, nos la
llevamos!- sentenció Carolina.
-Yo estoy dispuesto a cargar con
ella, no me importa- dijo el militar.
-¡No! ¡Ni tu ni nadie va a cargar
con nada! Ahora tenemos la posibilidad de escapar de aquí y vivir. Si tenemos
que cargar con ella nos retrasará y esa maldita cosa nos matará a todos. No
estoy dispuesta a correr más riesgos. Así que venga, desfilando.- concluyó Ana
Lucía.
Víctor, que todavía estaba al
lado de Carolina le dijo en voz baja: - Carolina, piénsalo, Ana Lucía tiene
razón, las cosas no van a cambiar, solo nos retrasaría, y aunque carguemos con
ella, no sabemos si allí fuera hay vida, recuerda que de momento no ha habido
explosión, lo que nos quita muchas esperanzas. Seguramente aunque carguemos con
ella, no podrás despedirte como es debido; por ello, será mejor si lo hacemos
aquí y ahora, y luego seguimos. Hazlo por ti, y por ella.
Carolina asintió parcialmente,
como hace una niña a la que se le niega un juguete. Luego pidió que la dejasen
con su hermana un momento a solas, así que el resto salieron al rellano.
Carolina cogió el cuerpo de su hermana, la llevo a una habitación de niños que
había, la acostó en la cama, la tapó y le dio un beso en la frente, como si
fuese a darle las buenas noches. Después sin poder mirar atrás, salió con la
cabeza agachada al rellano para agarrarse fuerte al militar que tanto le había
ayudado, y todos, los que todavía quedaban, comenzaron a descender la escalera
camino del helicóptero.
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